por Kenya , , ,
Descansar un momento sumidos en un infinito con nuestros brazos y dejar reposar la mirada en algún objeto o persona cercana con nuestros pensamientos yendo libremente a cualquier otro lugar; esta es la primera postura y, después de ella, como afirma Maria Teresa Andruetto con la palabra esperanza*, debe seguirle el acto de caminar para no caer en la desesperanza; en este caso, para no caer en la indiferencia.
— ¡Qué, se va quedar ahí de brazos cruzados—
— ¡Sí,me voy a quedar aquí de brazos cruzados!—
Así, antes de seguir una cadena de actos desenfrenados nos permitimos estar un momento y reconocer en dónde estamos, permitiéndonos sentir nuestro <<miedo a la libertad>> como afirma Freire** y enfrentándonos con la realidad de la que somos parte; pues si bien todos caminamos, muchos lo hacemos sin ser conscientes de ello.
Nos hemos acostumbrado a permanecer cruzados de brazos ante todas las injusticias, quizá porque en las muchas ocasiones en las que hemos intentado hablar nada pasa, mejor y soy indiferente ante los problemas (y aunque algunas veces no hacer nada es la mejor forma de ayudar) sí que en muchas ocasiones permanecer de brazos cruzados más del tiempo necesario nos conduce a un silencio profundo y a una comodidad frente a las injusticias de las que no somos parte sino sólo espectadores; es diferente quizá cuando es a nosotros a quienes nos pasan las injusticias porque o bien nos acogemos a la dignidad porque sabemos quienes somos aún enfrentándonos a una situación límite, o bien nos vamos despojando de ella porque hemos olvidado en algún lugar que no <<somos>> un título, un cargo , una posesión o un lugar que debamos sostener frente a los otros que están frente a nosotros. Una vez que nos ha alcanzado nuestra indiferencia (como afirma William Ospina), ya nuestros ojos no pueden ver desde la misma comodidad: Una vez que somos lectores con el corazón es imposible no intentar al menos desde este lugar, desde la fragilidad de la escritura, soñar con que seamos muchos quienes nos confrontemos unos a otros con una mirada de diferente a diferente sobre una tarima sin desniveles en la que:
<<El amor sea una acto de Valentía, nunca de temor>>
Y usar esta frase para repetirla una y otra vez hasta que podamos comprenderla realmente: que sepamos levantar la voz ante las injusticias porque nos reconocemos como parte de una sociedad y quedarnos también un momento en silencio para cruzar los brazos antes de reaccionar; que nosotros no caminemos para estar en una ida y vuelta de vencedores y vencidos, convencidos de que una vez obtengamos lo que los vencedores tienen, estaremos más tranquilos y los vencedores adueñados de su lugar, no quieran caer en el lugar de los vencidos por miedo a ser partícipes de sus propias reglas: El amor entonces como acto de valentía será una de las brújulas que nos permita caminar de la mano con el miedo para transformar aquello que nos convierte en seres <<reificados>>.
Caminar con la esperanza puesta en la palabra infinito para que una vez sepamos quienes somos o si lo que somos es una mezcla de lo que los otros fueron o son entonces es la manera en que quizá podemos romper con ese infinito para no caer una y mil veces en la indiferencia en la que estamos acostumbrados a vivir y permitamos reconocer los problemas del otro como míos también.