Editorial

O todos en la paila, o todos en el fuego


por El Maldito Elocuente


La Paila, número dos. Segunda vuelta, segunda quemada. Porque si no nos freímos juntos, ¿para qué estamos aquí? Y no, no es ese fuego de las fogatas scouts ni el de los asados de domingo. Es un fuego más sucio, más urgente, ese que quema pero también ilumina, ese que se lleva las pestañas para dejar el ojo bien abierto.


Que si fritarse es positivo, dicen. Claro que sí, porque fritarse no es más que rendirse al aceite caliente de la vida, abrazar la burbuja de grasa que nos rodea y gritar: “¡más ajo, por favor, que esto sabe a nada!” Quemarse no es derrota, es alquimia. Es el pan tostado que sale peligrosamente dorado en los bordes pero con su centro a punto de quemarse, la delgada línea entre lo perfecto y el carbón.


Y aquí estamos todos, en esta paila colectiva, echándole ganas al fuego. ¡Que nadie se salga! ¡O todos en la paila o todos en el fuego, carajo! Que nadie se quede crudo, ni tibio, ni falto de sazón. La vida no da segundas vueltas en la sartén; si no te quemaste, te quedaste.


En este número hablamos del fuego que nos hace (y nos deshace), de la fritura como arte y de quemar como nuestro verbo favorito. La Paila no es para los que buscan el frío, lo inerte, lo seguro. Aquí estamos para los que entienden que, a veces, hay que derretirse para dar sabor, que la mejor resistencia es saber cuándo reventar, cuándo hacerse chicharrón.


Bienvenidos al fuego. Agárrense, porque la paila y ese mundo que cree tan redondo, están que arden.


¿Tiene candela?

                                 Nosotros si.