Desmontando el Trono del Macho Alfa: Entre el Dominio y el Poder
(Ensayo Satírico)
(Ensayo Satírico)
por Guepardo Jiménez
En 2022, conocí en el trabajo a un individuo que asegura tener la capacidad de hipnotizar a las mujeres con su mirada, logrando que lo sigan fiel y dócilmente, como si fuera el flautista de Hamelín. Afirmó que transpira masculinidad y testosterona, provocando bullicios en las calles y una estampida de mujeres que se empujan y atropellan entre sí, aplaudiéndolo y, según él, formando una “m” con sus labios, humedeciéndose al percatarse de la “confianza” que irradia con su varonil forma de caminar. Constantemente hace declaraciones sobre cómo debe hablar, comportarse y relacionarse un macho alfa; su premisa se resume en dos ideas: demostrar poder y dominar al otro. A este sujeto lo llamaremos Enrique.
De manera similar, Mark Rakhilkin, un youtuber y “empresario” joven, sostiene que el principal objetivo de un líder es demostrar que es un macho dominante, siendo necesario intimidar y provocar que los demás suden solo con sentir su presencia. Tanto Enrique como Mark se consideran machos alfa, un concepto que puede recordarte al protagonista de la serie “El Man es Germán”, quien utiliza este término y ocasionalmente explica las características de un macho alfa.
Sin embargo, es importante tener en cuenta que esta serie parodia tales comportamientos, mientras que la realidad es poco cómica y está envuelta en un mar de sombras, que acarrea la formación de estigmas y prejuicios en los jóvenes que adoptan este tipo de pensamiento como modelo a seguir.
Este ensayo tiene como objetivo responder a la siguiente pregunta: ¿De qué manera la noción de macho alfa repercute en las relaciones sociales contemporáneas? Para ello, es necesario partir del origen de este término, presentar el momento en que se popularizó y cómo ha dado lugar a la formación de un hombre unidimensional.
Partamos primero de un antecedente literario: la primera vez que encontré el término “alfa” fue en la novela “Un Mundo Feliz” de Aldous Huxley, publicada en 1932. En esta obra se presenta un mundo distópico dividido en castas genéticamente predeterminadas: alfas, betas, gamas, deltas y épsilones. Los alfas constituyen la clase dominante, poseyendo mayores privilegios, estatus social y económico. Esto influye en la formación de sujetos narcisistas, carentes de empatía, que conciben a los demás como simples objetos. Aunque el término alfa en esta novela poco tiene que ver con la noción de masculinidad dominante, sirve como ejemplo para comprender que el uso de categorías alfabéticas puede asignar superioridad a determinados individuos por encima de otros, lo que permite labrar un terreno fértil para el desarrollo de relaciones de poder inequitativas, autoritarias y llenas de malas hierbas.
Castas presentadas en "Un Mundo Feliz"
Como mencioné al principio, hace dos años que trabajo junto a Enrique. Probablemente, dos de los temas de conversación más comunes que entabla, reflejando su visión superficial sobre ser un “macho”, giran en torno a los supuestos beneficios del mewing, un ejercicio que consiste en posicionar la lengua en una determinada zona del paladar para marcar la mandíbula y potenciar así la belleza masculina. Otro tema frecuente es la discusión sobre las razones biológicas que justifican por qué los hombres deben actuar como alfa. Para los propósitos de este ensayo, me enfocaré en el segundo punto.
Meme que representa los "supuestos" beneficios del mewing
El término alfa surgió en la década de 1940, a manos de Rudolf Schenkel, y fue retomado en la década de 1970 por David Mech, pioneros en el estudio del comportamiento de los lobos. Las primeras investigaciones de Schenkel se llevaron a cabo en el zoológico de Basilea, Suiza. Con base en sus observaciones, publicó en 1947 un artículo titulado “Estudios de Expresiones en Lobos”, en el que utilizó los términos “lobo líder” y “par alfa”, que se referían al macho de mayor rango en la manada, quien mantenía su posición de poder mediante el control y la represión de cualquier contrincante. En 1970, el biólogo e investigador David Mech acuñó oficialmente el término “lobo alfa” en su libro “El lobo: ecología y comportamiento de una especie en peligro de extinción”, donde retomó y amplió la teoría de Schenkel sobre la jerarquización en las manadas de lobos.
Rudolf Schenkel (derecha) junto al Sr. Tertowinato (experto en dragones de Komodo)
Sin embargo, ninguno de estos dos investigadores se percató de un sesgo presente en sus estudios: sus investigaciones se habían realizado con manadas de lobos en cautiverio. Cuando David Mech observó manadas de lobos en su ambiente natural, la teoría del lobo alfa se desplomó. Fue arrasada por una ráfaga de información que contradecía sus observaciones iniciales y que, como el lobo feroz de los tres cerditos, exclamó: “¡Soplaré, soplaré y su teoría de paja derrumbaré!”.
Si deseas saber qué descubrió David Mech al observar manadas de lobos en su estado natural, te invito a estar pendiente del próximo número de La Paila, donde daré respuesta a tu incógnita y continuaremos desmontando el trono de los machos alfa.