por Luis Dueñas
Ilustración cortesía de @_pat_t0
Otra vez se me hizo tarde. Había tenido que embutirme unos dos panes luego de un buen trago de café mientras revolcaba todo buscando las llaves. Después salir y empacarme en la primera buseta que subía hacia el centro.
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Hace unas semanas un amigo me envió por Whatsapp información correspondiente a un concurso de cuento; pensó que me podría interesar, y la verdad es que sí. Desde aquel momento deambulé por la ciudad: El Mirador, Pekín, Balmoral, Marsella, El indio, La Pampa... Me estaba estimulando, buscaba inspiración y la hallé en un bar.
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“Llega tarde Dayana”, lo sé, “no lleva ni quince días”. Últimamente ha estado viniendo un tipo. La primera vez que entró se sentó en una mesa y se tomó seis cervezas, ahora se sienta en la barra y podemos hablar. Digo podemos porque el tipo de entrada nunca se insinuó, quería solo charlar. Ayer, por ejemplo, teníamos dudas sobre el horario del toque de queda y revisando en Facebook terminamos hablando de una noticia: “El destripador de Fusa”, “nueva víctima del Monstruo del Sumapaz”. Me explicó eso de des-tri-pa-dor, y que seguramente era una referencia a un tal Jack. De veras quiero algo más…
Ilustración cortesía de @_pat_t0
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…—Ese titular está mal, destripar es sacar los intestinos y eso nunca pasó, mira.
—¿Entonces por qué lo ponen?
—No sé, supongo que por famoso.
—¿Famoso?
—Sí, Jack el destripador es una leyenda, les debió parecer sonoro. Pero ahí dice bien clarito “le propino seis puñaladas por la espalda” nada de intestinos.
—¿Jack mató a muchos?
—A cinco.
—El fusagasugueño lleva cinco también.
—Yo lo llamaría el apuñalador, y podría ser un personaje para mi cuento, como tú.
—¿yo?
—Sí, no me gustan las historias de amor, me parecen extremadamente predecibles, me rehusó como escritor. Pero contigo puedo intentar escribir una…
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Hoy ha estado solo. Él quedó de pasar para hablar un rato, estaba nerviosa, podía ser el gran día.
—Pensé que no vendrías.
—¿Y no verte?, ¡nunca!
…—Cuando salgas podemos ir a comer.
—¡Jumm! Óiganlo, todo va a estar cerrado.
—Podemos ir a mi casa, llevar algunas cervezas, pedir pizza y de paso te enseño lo que escribí…
Entregué cuentas y salí. Me esperaba para ir caminando. Subimos las escaleras, me ofreció asiento y volteó hacia la cocina. Entonces: seis cuchilladas de la espalda al corazón, lo maté… Voy a llegar tarde otra vez.